sábado, 1 de junio de 2013

ADIÓS A SHUEISHA (1): 28 DE FEBRERO DE 1993: VOLANDO SOBRE SIBERIA, EN MI PRIMER VIAJE A JAPÓN.


Amanece. 
Son las 11 de la noche hora europea.
 La primera visión es que todo es blanco. Todo está nevado o helado, montañas y rios. 
No hay ni un alma.
En las pantallas del avión están poniendo "El Último Mohicano" (cuya banda sonora me encanta).
Me digo que debemos estar sobre Mongolia, más o menos...
Y vamos hacía Vladivostok., que todo el mundo que haya jugado al Risk, situaría en Kamchatka...
Es mi primer viaje a Japón y todo me emociona.
El viaje ha empezado para mi levantándome a las 5 de la mañana. El avión ha despegado a las 7 y hemos hecho escala en Amsterdam, dónde hemos aterrizado a las 9.
He cogido el tren del aeropuerto a la estación central de Amsterdam y aprovechar que daba tiempo a dar un paseo por los alrededores de la estación.
Nevaba. He tomado un  capuccino, recordando un viaje a Nueva York con Victoria, para tener esa sensación capuccino que tengo asociada a la sensación de viaje largo.
La nieve me ha puesto de excelente humor. 
He visitado el Museo del Sexo, en el que había bastantes reproducciones orientales y dibujos indios.
Y hasta he podido visitar una librería y una sex-shop.
De regreso al aeropuerto he podido comprar "El País" y hablar por teléfono con Victoria y Niki.
En la sala de embarque me sorprende un grupo de 20 japoneses con un aspecto totalmente asilvestrado, completamente opuesto a la imagen que uno pueda tener de un japonés...
A las 4 de la tarde volábamos sobre el Mar Báltico, a la altura de Copenhagen i Malmoe. Faltaban 8741 kilómetros para llegar a Tokio... Y el cielo se había aclarado totalmente, no había ni una nube.
Las pantallas del avión te informan continuamente de la distancia restante a Tokio, la velocidad del avión y la situación, en un mapa. La cosa llega a ser más que agobiante.
Ponen un telediario en inglés.
Tengo la suerte de tener el asiento de al lado vacío.
Volvemos a tierra, sobre Riga y entramos en Rusia. Cuando llegábamos a San Petersburgo se ha hecho de noche. Y nos traen la comida, o la cena...


Son las 4,30 de la madrugada. Acabo de despertarme. 
Creo que lo que antes creí que era Mongolia debía ser simplemente Siberia, o sea Rusia.
Todo, todo es blanco.
Y está lleno de líneas sinuosas. 
No sabes muy bien si son rios. Los hay por todas partes y son infinitos.


Me pasé horas embobado mirando por la ventanilla los dibujos que constantemente iban cambiando. Y sólo de vez en cuando variaba algo el paisaje, al verse pequeños fuegos por aquí y por allá.
Parecían refinerías o algo así.
Y sobretodo  me fascinaba la ausencia de poblaciones o civilización, y el brillo del inmenso blanco.
 Me gustó mucho.
Era como un bonus-track inesperado del viaje al país del manga...
 
Llegamos a Narita, el aeropuerto, a las 10.
La hora larga que se pasa desde que el avión aterriza hasta que sales del aeropuerto se hace insoportable.
En la aduana, el policía japonés se burla de mi, diciéndome que Joan es nombre de mujer, como Joan Collins...
Y le informo que soy catalán, lo que parece importarle  un pito...
Me pregunta a qué coño he venido a Japón, con cierta hostilidad, y al decirle que por los mangas, cambia el rollo totalmente. Me pregunta que cuales conozco y sólo se me ocurren Kinikuman (Musculman) y Dragon Ball.
Con aspecto de enterado, me dice algo así como que en Japón los mangas son muy importantes, los mejores del mundo.
Es la mejor bienvenida imaginable a Japón...

1 comentario:

Anónimo dijo...

>>Es mi primer viaje a Japón y todo me emociona.>>

Pensaba que usted ya había ido a Japón en el 92:

http://www.editoresdetebeos.com/noticia.aspx?pId=157

>>>su primera visita a Tokio en 1992, cuando como director del Saló del Comic de Barcelona Japón fue el país invitado>>>